La guerra comercial entre Estados Unidos y China sigue siendo uno de los temas más relevantes en la economía global. Aunque comenzó formalmente en 2018 durante la administración de Donald Trump, sus efectos continúan hasta hoy, moldeando las relaciones comerciales, tecnológicas y geopolíticas entre las dos principales economías del mundo.
¿Cómo comenzó la guerra comercial entre EE. UU. y China?
La guerra comercial se inició cuando Estados Unidos impuso aranceles a productos chinos valorados en miles de millones de dólares, acusando a Pekín de prácticas comerciales desleales, robo de propiedad intelectual y manipulación monetaria. China respondió con sus propios aranceles, lo que dio pie a un conflicto económico prolongado.
A pesar de múltiples rondas de negociaciones, incluidos acuerdos parciales como la “Fase Uno” en 2020, muchas tensiones estructurales permanecen sin resolverse.
Situación actual en 2025
En 2025, el conflicto sigue latente, aunque con nuevos matices. La administración de Joe Biden ha mantenido gran parte de las políticas arancelarias impuestas por su predecesor. Además, ha intensificado el enfoque en la competencia tecnológica, especialmente en sectores estratégicos como los semiconductores, la inteligencia artificial y las energías renovables.
Estados Unidos ha impuesto restricciones más severas a la exportación de tecnología avanzada a empresas chinas, especialmente en lo que respecta a chips y maquinaria de fabricación de semiconductores. Por su parte, China ha acelerado sus políticas de autosuficiencia tecnológica, invirtiendo fuertemente en desarrollo interno y fortaleciendo su estrategia de “circulación dual”.
Principales áreas de conflicto
- Tecnología: empresas chinas como Huawei, SMIC o TikTok han enfrentado sanciones, restricciones y bloqueos por parte de EE. UU. A su vez, China ha empezado a restringir la exportación de minerales críticos como el galio y el germanio, esenciales para la industria tecnológica occidental.
- Cadenas de suministro: la pandemia y la guerra en Ucrania evidenciaron la vulnerabilidad de las cadenas de suministro globales. EE. UU. promueve ahora una estrategia de “reshoring” y “friendshoring”, tratando de relocalizar la producción en países aliados.
- Moneda y sistema financiero: China promueve el uso internacional del yuan y desarrolla sistemas alternativos al SWIFT, buscando reducir la dependencia del dólar y del sistema financiero estadounidense.
- Comercio agrícola y energético: aunque menos visible, los sectores agrícolas y energéticos siguen siendo puntos clave. EE. UU. es un importante exportador de soja, gas natural y otros productos que China necesita para sostener su economía.
Posibles escenarios futuros
Escalada del conflicto
Existe la posibilidad de una intensificación de las tensiones si alguno de los países adopta medidas más agresivas. Un aumento en los aranceles, la inclusión de más empresas en listas negras o bloqueos tecnológicos totales podrían llevar a una ruptura económica aún mayor entre ambas potencias.
Estancamiento prolongado
Un escenario más probable a corto plazo es el de un estancamiento prolongado, donde las tensiones se mantienen sin resolverse del todo, pero sin escalar a niveles extremos. Esto permitiría a ambas partes seguir negociando mientras protegen sus sectores estratégicos.
Desacoplamiento económico parcial
Tanto EE. UU. como China han dado pasos hacia un “decoupling” económico: la separación de sus economías en sectores clave. Esto podría generar un mundo más fragmentado, con bloques económicos y tecnológicos liderados por cada potencia.
Reconciliación gradual
Un escenario optimista plantea que ambos países logren acuerdos de beneficio mutuo en áreas clave, disminuyendo la tensión y abriendo nuevos canales de cooperación. Esto dependerá de factores como el contexto político interno de cada país y la presión internacional por estabilidad económica.
Impacto global de la guerra comercial
La guerra comercial entre Estados Unidos y China no solo afecta a estas dos naciones. Tiene consecuencias significativas para:
- Mercados emergentes: muchos países dependen del comercio con ambas potencias. Una escalada podría desestabilizar sus economías.
- Precios globales: los aranceles y las restricciones logísticas afectan los precios de materias primas, alimentos y productos tecnológicos.
- Empresas multinacionales: deben adaptarse a un entorno cada vez más incierto, replanteando sus estrategias de producción y distribución.
- Consumidores: en última instancia, los consumidores enfrentan mayores precios y menor disponibilidad de productos.
La guerra comercial entre EE. UU. y China está lejos de terminar. En 2025, el conflicto ha evolucionado hacia una competencia estructural de largo plazo que va más allá de simples aranceles. Lo que está en juego es el liderazgo económico y tecnológico del siglo XXI.
Para empresas, inversores y gobiernos de todo el mundo, entender esta dinámica es crucial. Adaptarse a un nuevo orden multipolar, diversificar proveedores y anticipar riesgos se ha vuelto una necesidad estratégica.
El desenlace aún es incierto, pero una cosa es clara: el mundo ya no puede ignorar las consecuencias de esta rivalidad global.